Es un arbusto perennifolio, originario de China y Japón, muy decorativo.
Su crecimiento nos recordará al bambú que puede alcanzar hasta los dos metros de altura, bastante menos si es en maceta.
Las hojas son compuestas, con foliolos lanceolados y que sorprende al cambiar de color con las estaciones: primero son rosadas, después verdes y finalmente de color naranja, bronce o rojo en invierno.
Las numerosas flores blancas aparecen en grandes espigas por encima de las hojas. Florece en verano y produce decorativos frutos rojos.
Se utiliza para formar setos, en grupos arbustivos, como ejemplares aislados y para terrazas, balcones y patios pues es una planta óptima para cultivar en macetas.
La Nandina domestica es una planta de fácil cultivo que vive a gusto a pleno sol o en semisombra, admite la sombra pero el follaje se colorea menos. Resiste heladas hasta -10 ºC.
Se adapta a una amplia gama de suelos aunque con freferencia por los ricos, humíferos, con un cierto grado de humedad y buen drenaje. Cada año, en todo caso debemos al menos renovar la capa superficial por un buen sustrato de calidad.
Agradece los riegos moderados en invierno y regulares el resto del año sin dejar que el sustrato se seque por completo. No resiste el encharcamiento y a tener en cuenta que tal vez lo único que pueda aniquilar a una nandina sea el exceso de agua en el sustrato ya que no suele verse afectada por enfermedades o plagas.
Es perennifolia pero responde al frío intenso o a la sequía perdiendo el follaje; si el rizoma no se ha visto afectado vuelve a brotar en cuanto mejoran las condiciones. No necesita poda, salvo de limpieza si se han secado los tallos o las hojas se ven despobladas de foliolos.
Agradece el aporte de abono orgánico a finales del invierno.