Albarracin

Albarracín, conjunto histórico

Cómo llegar

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El destino elegido esta muy próximo a Teruel capital por lo que aún siendo un viaje largo contamos con la gran ventaja de disponer de la Autovía Mudéjar, vía rápida y cómoda.

Nosotros, a fin de disfrutar mas del paseo en moto, optamos por andar los tramos en uso de la vieja carretera a Teruel, N-330 y N-234, sin tanto tráfico ahora, pudiendo negociar así las curvas del puerto de Paniza y el divertido trecho posterior hasta Calamocha, que duda cabe que narrando la ruta para automóviles resulta más cómodo y fácil por la Mudéjar A-23, que se toma en Zaragoza y 145 Km. de tirón hasta la salida de Cella. El desvío de unos 5 Km. por la TE-V-1001 nos permite cruzar el pueblo para enlazar con la TE-V-9011 que en otros 5 Km. más nos sitúa en el cruce con A-1512 que nos llevará a nuestro destino, pasando antes por Gea de Albarracín.

Estos últimos 20 Km. son sinuosos, discurren junto al Guadalaviar, pero se agradece romper con la monotonía de la autopista y por sentir que nos adentrarnos en el Parque Cultural de Albarracín, un tesoro de valor incalculable.


La ciudad de Albarracín, es considerada en la actualidad como uno de los conjuntos histórico artísticos más complejos e interesantes de España, habiendo sido declarada por ello Monumento Nacional y también propuesta por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Es la puerta de entrada y cabeza de la Serranía de su mismo nombre, incluida en la Reserva Nacional de Caza de los Montes Universales, inaccesible zona montañosa donde nacen nada menos que seis ríos: el Tajo, Júcar y su afluente Cabriel, el Gallo que va a Molina de Aragón, el Guadalaviar que se transforma en el Turia y el Jiloca, formando todos ellos una de las más extensas redes hidrológicas de España.

Así pues en Albarracín se ensamblan perfectamente naturaleza, arquitectura e historia dando lugar a un bello paisaje cultural único donde podremos vernos sorprendidos por multitud de detalles, como su caserío apretado y homogéneo, entre roquedales desnudos de calizas, que están cortados por un sinuoso río Guadalaviar.

Cierto es, tenemos mucho para ver y admirar en esta localidad de la que no pudimos descubrir mas que una pequeña parte de todos los conjuntos paisajísticos y culturales que esconde. La brevedad de nuestra visita no nos dio para mucho y además primaba en ella el paseo en moto desde donde sí pudimos apreciar la pureza de esa hermosa serranía de perfil agreste y con tanta riqueza forestal que nos dejó asombrados. Pero es de esos lugares cuyo recuerdo agradable te hace prometer el regreso.

La Ciudad: Dominando el paisaje, se asienta en un emplazamiento estratégico sobre un profundo y prolongado meandro. Dividida en dos partes: la Ciudad, o su casco antiguo, en las faldas de una montaña y rodeado en casi su totalidad por el río Guadalaviar, con sus casas colgantes sobre la hoz del río y el Arrabal, situado en la amplia vega de cuyo cultivo se ha posibilitado su pervivencia histórica.

Está topografía abrupta garantizó la defensa del núcleo medieval que se originó en torno al castillo. Tras el 711 y la invasión musulmana de la Península pasa a ser muy pronto un núcleo militar de primera magnitud. Mas tarde se convierte en la capital del Taifato Independiente de los Ibn Razín, de donde algunos opinan le viene el nombre actual (Al-Banu-Razín: los hijos de Razín).

Por concesión y no por conquista, pasa a ser señorío independiente cristiano a manos de la familia de origen navarro de los Azagra, llegando a crear un obispado propio y quienes otorgan a la Ciudad sus fueros, de donde surge la Comunidad de Albarracín, que todavía persiste.

Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, será Pedro III de Aragón quien la conquista en 1285, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.

Mantiene su apogeo, no sin dificultades, hasta el s. XVIII gracias a la pujanza ganadera del territorio. En este período se construyen los edificios más emblemáticos, en buena medida debidos también a un relevante mecenazgo episcopal.



La Catedral del Salvador: Edificio de gran porte cuya enhiesta torre preside toda la población. Situada junto al castillo, su construcción se inició en 1572, consta de una sola nave y capillas laterales donde cabe destacar la del Pilar, de origen barroco, sin duda la más suntuosa de cuantas posee le iglesia, que realza su sentido vertical y luminoso del espacio con la decoración a base de mármoles y estucos y un bellísimo retablo ricamente dorado en cuyo transparente aparece la imagen de la Virgen del Pilar.

En su interior se conservan numerosos tesoros artísticos como son el retablo mayor y el de San Pedro, los tapices flamencos de mediados del s. XVI, piezas de orfebrería, ricos instrumentos musicales como el bajón o un violín del s. XVIII.

El Palacio Episcopal: A través del claustro de la Catedral podemos acceder a la planta noble del Palacio, aquella destinada a la residencia del prelado, y que en la actualidad alberga el Museo Diocesano. El actual edificio debió iniciarse en el s. XVI, aunque su fisonomía actual es el resultado de las reformas y ampliaciones realizadas a lo largo del s. XVIII, con su fachada barroca dieciochesca. En la actualidad es Palacio de Reuniones y Congresos, Museo Diocesano y también sede de la Fundación Santa María de Albarracín.

El Castillo: Núcleo primitivo de la ciudad que pasó de musulmana alcazaba a fortaleza feudal, ubicado en el casco antiguo, es el lugar donde alcanzan su máxima expresión todos aquellos condicionantes orográficos que han sido determinantes en la localización y defensa de Albarracín garantizando la inexpugnabilidad del recinto.

El acceso quedaba protegido por tres puertas de las que tan solo se conserva con claridad la puerta actual, insertada en el mismo recinto amurallado.

Siguiendo el borde del relieve sobre el que se asienta, se levanta el impresionante cerco amurallado del castillo, reforzado con once torres de plata circular dominante, encerrando una superficie aterrazada de unos 3.400 m2.

Es sin duda uno de los mejores emplazamientos para la observación del excepcional paisaje cultural de Albarracín.

Torre de Doña Blanca: Se levanta sobre el extremo sur del meandro escarpado del río, al lado mismo de la Iglesia de Santa María, junto al aparcamiento que lleva su mismo nombre y desde el que se accede.

Se considera uno de los tres castillos del sistema defensivo de la ciudad, junto a la fortaleza principal y la torre del Andador, al norte. Alcanza los 18 m. de altura, de planta cuadrada y gruesos muros de mampostería. La puerta se abre a más de ocho metros de altura sobe el suelo exterior, para garantizar así la defensa en caso de asedio. Su interior se divide en cuatro plantas y desde la última se accede a una espectacular terraza superior, que es otro de los miradores de la ciudad.

La Antigua Ermita de San Juan: Ya desde el s. XII, la designación de Albarracín como sede episcopal es uno de los hechos que ha tenido más profunda trascendencia en la historia de la ciudad. Esta circunstancia ha permitido que la ciudad cuente con una importante muestra de iglesias y ermitas, asociadas normalmente a los diferentes barrios de la población.

La de San Juan es uno de los símbolos menores de la arquitectura religiosa. Frente al museo de Albarracín, en el mismo barrio de San Juan que era antiguo barrio judío de la ciudad, permite identificarla en origen con su antigua sinagoga.

Santa María de Albarracín: Este templo es el más antiguo de las diferentes iglesias con las que cuenta la localidad, su construcción data del siglo XII. Su estado actual parece ser la última obra del maestro francés Quinto Pierres Videl, que la dejó inconclusa y fue terminada por un maestro, seguramente local, a quien se deben sin duda los elementos mudéjares de la parte alta de los muros exteriores. Esta iglesia sólo se abre en Semana Santa y en Mayo.

Y no describo más para no hacer pesada esta lectura pero Albarracín encierra mucho para admirar. Sus museos: el Diocesano, el Municipal, el del Juguete, el de Forja y el Paleontológico o sus casas típicas como la Casa Consistorial, la de la Julianeta, la del Chorro o la de la Calle Azagra. Todo ello sin salir de la ciudad, con un detenido paseo por sus calles, para observar la arquitectura popular, donde pequeños palacetes se intercalan entre edificaciones humildes. Aunque sería injusto no mencionar algo de sus tesoros naturales, como el paisaje protegido de los pinares de Rodeno.

El Rodeno: Lindando ya con las tierras castellanas, el Sistema Ibérico esconde en la Sierra de Albarracín uno de los conjuntos paisajísticos y culturales más sorprendentes de Aragón, donde un extenso pinar se asienta sobre curiosas formaciones de areniscas rojas. Singularizado por sus colores (rodeno, "que tira a rojo") y por su vegetación ("pino rodeno").

La importancia de este espacio natural no solo radica en la indiscutible belleza de los modelados de las areniscas y conglomerados entremezclados con la masa de pino resinero, paisaje escasamente representado en Aragón, sino también en la existencia de un importante conjunto de arte rupestre levantino: la Cocinilla del Obispo y el Prado de los Toricos del Navazo.

No muy conocido hasta los años 80, adquirió relevancia a partir de la difusión de estos importantes hallazgos arqueológicos. Desde ese mismo momento atrae a numerosos investigadores que comienzan a interesarse no sólo por los aspectos arqueológicos sino por temas del medio natural y humano de la zona.

Así se crea el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno en el año 1995, un espacio forestal protegido con una extensión de 3.335 ha., cuya altitud oscila entre los 1.095 y los 1.602 metros, mayoritariamente ocupadas por bosques aunque es, sin duda, la geología y sobre todo el relieve originado por la acción de los agentes erosivos, uno de los grandes protagonistas del paisaje y quizá el elemento que le imprime mayor carácter, quien lo singulariza.

 

El lugar

Dónde almorzar

Como quiera que estamos en un sitio turístico no tendremos ningún problema en localizar un lugar para la restauración, los hay numerosos y de todas clases.

Nosotros fuimos directamente a la preciosa Plaza Mayor, en ella hay unos cuantos lugares propicios para un buen almuerzo. Optamos por Bar el Bodegón, donde fuimos muy bien atendidos por su gerente Goyo, con tarjeta de visita donde reza el mensaje "dar el servicio que me gustaría me diesen a mi". Pudimos saborear unos huevos fritos, en fuente, almuerzo muy bien presentado, tal vez un poco caro pero aceptable por el lugar y el entorno.


  • BAR EL BODEGÓN
  • C/ Azagra. 2
  • Tel. 978 710102
  • Albarracín (Teruel)


(c) 2008   Ignacio Gonzalvo


Localidad: ALBARRACÍN

 

Distancia de Zaragoza: 185 Km.

 

Tiempo estimado: 02h15

 

Comarca:

SIERRA DE ALBARRACÍN

 

Provincia: TERUEL

 

Población: 1.061 habitantes

 

Altitud: 1.171 m.

Galería

Casco antiguo

Castillo

Rodeno